Una historia en un bar cualquiera a las 5 de la tarde
Y cómo la ciencia te libra del escollo mental
Este email no tiene nada que ver con el que te estaba escribiendo, pero es que he tenido que empezar de nuevo porque acabo de presenciar una cosa muy fea.
Estaba hablándote sobre las consecuencias de la desinformación en ciencia, cuando en la mesa de al lado:
—Con una sonrisa estarías más guapa —le dice un hombre a la camarera que les está atendiendo—. Mi amigo te ha dado una buena propina, podrías darle las gracias como se merece…
Los dos hombres tienen alrededor de cincuenta años y se han bebido un par de gin tonics en el rato que llevo yo aquí.
La camarera sonríe.
—¡Eso es! —jalea el mismo tipo—. ¿Ves como así estás más guapa?
La mujer se va a la barra y los dos hombres se ríen con complicidad mientras la miran.
Después me miran a mí buscando compadreo, pero yo fijo la mirada de nuevo en la pantalla.
No les digo nada y me cabreo conmigo mismo por no hacerlo. Pero ellos han bebido y yo no. Ellos son dos y yo estoy solo.
Algo me dice que si cualquiera de estos tipos estuviera solo, no habría hecho lo que han hecho juntos. ¿Por qué somos como somos? ¿Y quiénes somos en realidad? ¿El que sabe estar porque está solo o el que luce de semejante educación en compañía?
Podría levantarme y decirles que son repugnantes porque eso es lo que pienso. También podría insultarme a mí mismo por no tener el valor suficiente para decirles lo repugnantes que son. Pero en vez de eso, decido terminar de escribir este email y volver a un libro que publicamos hace dos años y que está lleno de respuestas.
Palenzuela se empeña en dejárnoslo claro: somos tanto el producto de la naturaleza y la genética, como de la crianza y la cultura; es eso lo que nos hace ser quienes somos». (Revista Mètode)
La divulgación científica nos ofrece respuestas distintas a las que somos capaces de darnos nosotros mismos. También nos ayuda a responder con mayor creatividad a las circunstancias del mundo.
Nuestro catálogo es una joya para lograr ambas cosas → AQUÍ.
Un abrazo,
Oihan
PD: La repugnancia no solo está en un restaurante a las cinco de la tarde, también la tenemos en el mundo de la divulgación. Hablé de ello aquí.
Como mujer siento mucha vergüenza de haberme callado cuando he oído cosa decir palabras de este tipo a las camareras.
Y hace años, cuando han sido dirigidas a mí, y ellos estaban bebidos, me he marchado.
Espero ser más valiente y saber cómo actuar. Pero, cuando la gente está bebida siento mucho miedo. 😢