Revise la expresión
Tienes veinte años y te sientes halagada de que alguien con una posición de poder tenga deferencias contigo.
Alguna alarma se enciende mientras te dices que eres una exagerada y una desagradecida, que solo quiere ser amable.
Empiezas a sentirte mareada y pequeña en su presencia. No te gusta que te llame a casa, no te gusta tener que quedar con él en un bar para entregarle un trabajo. Ni que te mire todo el rato los pechos mientras te habla.
Te sientes insegura y lo único que quieres es esconderlo. Porque en el fondo piensas que igual fuiste demasiado amable, que tenías que haber dicho que no podías, que ha sido culpa tuya.
Y callas y solo esperas que pase. Que ya no te ate ningún lazo a esa persona. No piensas en las demás. Callas porque sabes que nadie te va a creer, que dirán que te lo imaginas. Y no quieres volver a verlo, no quieres volver a sentir arcadas.
Yo no viví una situación tan desagradable como la de la campeona del mundo Jenni Hermoso y no puedo imaginar la impotencia y el asco que sintió. Pero sí sé que todo el mundo vio la agresión y aun así mucha gente no la cree. Y no creyéndola a ella hacen que quienes están pasando por situaciones de acoso den un paso atrás y no se atrevan a hablar.
Jenni Hermoso y todas las jugadoras que se han unido a ella apoyándola sí han dado un paso al frente y ese es un paso histórico para todas, un paso de sororidad que puede cambiar las cosas. Que quiero pensar que las cambiará.
Y quiero darles las gracias porque se necesita mucho valor para hacer eso teniendo en cuenta que el poder todavía está en las manos que está y todavía tenemos que leer en twitter elegías al pobrecito Rubiales. ¡Tócame las neuronas!
Hace unos años empezaron a salir casos de acoso en el mundo científico, de forma continuada. Ese mundo de la supuesta pureza y la objetividad, un mundo que esconde sus miserias en la torre de marfil.
«Es una lástima, es tan buen científico». Se lamentaban de apartar a un gran científico de su puesto por haber cometido conductas “impropias” con una compañera o doctoranda. Los méritos científicos estaban por delante de la humillación y el daño a una persona.
Pedí a la periodista Ángela Bernardo que escribiese Acoso porque necesitaba hacer algo. Probablemente de manera egoísta, por no haber hablado en su momento.
El libro recibió el Premio Prisma de los Museos Coruñeses y la ministra de Ciencia Diana Morant se reunió con Ángela y conmigo para tomar medidas que mejorasen la situación de las científicas en este aspecto.
Además, decenas de universidades han invitado a Ángela a dar charlas para orientar a sus alumnas y alumnos.
(Ojo a lo que me dice el corrector mientras te escribo 😂)
Lo publiqué convencida de que ayudaría a muchas personas, sabía que lo comprarían las alumnas que estudiaban ciencias de cualquier nivel, todas las profesoras y profesores de ciencias de los institutos y universidades de ciencias.
Sabía que querrían informarse sobre el acoso. Para saber detectarlo. Para aprender qué prácticas no eran cómodas para sus alumnas. Para poder ayudarlas. Para mejorar las cosas.
Porque sin autocrítica, sin tomar las medidas a tiempo, esta actitud acabaría con la ciencia.
¿#SeAcabó? Pregunta al libro.
Chimpún.
Laura