Tengo varios amigos a los que les preocupa haber perdido la libido.
Todos ellos han cumplido los sesenta y visitado varias veces a sus respectivos urólogos.
—Lo importante no es lo que tenemos entre las piernas, sino lo que tenemos sobre los hombros —dice Laura Morán en su libro.
No tengo ninguna duda sobre eso. Hace varios meses estaba cuidando en el hospital de un hombre al que quiero mucho. El pobre se había roto tropecientos huesos a causa de una caída tremenda.
Yo estaba sentado en la clásica butaca junto a su cama. Él estaba haciendo scroll en su perfil de Facebook. Apenas podía mover las manos porque, como digo, tenía muchas fracturas: una de ellas en la muñeca derecha y otra en el codo y hombro izquierdos.
De cintura para abajo, la cosa no mejoraba.
—Qué ganas le tengo —dijo de pronto.
—¿Ganas de qué? —respondí yo con interés (y algo de sorna).
Avergonzado porque no se había dado cuenta de que lo había dicho en alto, le quitó importancia. Yo, sin embargo, sabía perfectamente a qué se refería y no desperdicié la oportunidad de soltar una carcajada.
Ese hombre tullido de arriba a abajo sentía deseo hacia una mujer.
¿Dónde lo sentía?
Pues evidentemente en su cabeza. Imposible que sintiera en el cuerpo otra cosa que no fuera dolor.
—Yo ya no soporto más, quiero hacerme viejo y que me baje la testosterona.
Este comentario fue de otro hombre. Esta vez era mi peluquero el que me hablaba de lo esclavo que se sentía de sus impulsos. La libido en este caso le hacía infeliz.
No sé dónde siente el deseo mi peluquero, pero por la angustia con la que me lo contaba me temo que también estaba en su cabeza.
En este tipo de conversaciones con amigos, las frases son escuetas y normalmente no se entra a fondo en el miedo que hay detrás: miedo a perder el deseo, miedo a sentirlo de forma muy intensa y no poder “resolverlo”.
Vamos, miedo a no estar a la altura y miedo a no comerte un rosco.
Pero, ¿qué significa que el deseo esté en la cabeza? ¿Es normal el deseo que sientes o no sientes? ¿Hay alguna manera de vivir el deseo de forma plena? ¿Qué se puede hacer cuando no se siente ningún deseo? ¿Qué dice la ciencia sobre este asunto?
Laura Morán te lo cuenta todo en su libro y yo te recomiendo que lo compres en la Librería Cámara porque es mi preferida de Bilbao.
Un abrazo recatado (pero no mucho),
Oihan
PD: La semana que viene anunciaremos una novedad, pero algunos ya lo saben porque adivinaron el secreto.
Empiezo por la librería Cámara, y en este caso, decir "la" no es usar un determinante sin más, al menos para mí. Es EL lugar, por excelencia, donde sentir el placer de perderte buscando un libro, donde se pueden escuchar conversaciones al viejo estilo mientras husmeas por ahí.
Algo muy viejuno, sí, pero muy verdadero. En esas conversaciones hay poco lugar al postureo.
Hace poco pasé por ahí, pero no entré: demasiadas tentaciones y era fin de mes. Iba por la acera de enfrente y, casi sin darme cuenta, entré en Joker, el mundo (no la tienda) del cómic, donde perfectamente podría estar "Una droga milagrosa. La flipante historia del LSD" de Yonkibooks. Lo recomiendo.
El caso es que terminé comprando un cómic que hace un retrato tan extraño, oscuro y atractivo de Kafka como el escritor mismo.
¿Y qué pasa con el deseo? Pasa DE TODO y todo está en las preguntas que has planteado en este artículo que trasmite tanta ternura.
EL deseo, qué placer cuando está en su justa medida, qué esclavitud cuando se presenta en exceso y parece no saciarse nunca, qué miedo cuando desaparece y no sabes cuándo volverá a formar parte de ti.
Todo un temazo como el "Purple Haze" de Jimi Hendrix que nunca cansa...
Vamos que...excursión a Cámara y...
Me-lo-llevo! Melollevo!