¿Cuánto te pareces a MJ? (Novedad)
Hoy me toca venderte un libro bajo el pretexto de que su protagonista, M. J., sufriera la humillación y el ostracismo de la comunidad científica española.
Fueron los años cincuenta, justo cuando mi padre soltaba su primer lloro boca abajo en tierras mexicanas.
Como M. J., mi familia también se tuvo que marchar de un país que solo ofrecía sopa aguada.
Hagamos un experimento de identificación a partir de seis preguntas:
¿Has sentido que se te valoraba más fuera que dentro de casa?
MJ también.
¿Alguna vez has perdido una oportunidad por un error burocrático?
MJ también.
¿Te has visto en la tesitura de tener que renunciar a algo importante porque debías cuidar de alguien?
MJ también.
¿Has descubierto algo tan relevante como para explicar mejor las características de la herencia genética?
MJ también. (Si lo has hecho, contesta este email, te publicamos un libro)
¿Has aportado tu sabiduría a un sistema capaz de interpretar la síntesis de proteínas?
MJ también. (¿En serio? ¿Y a qué esperas para escribirme?)
¿Entre tus discípulos tienes a un astronauta?
MJ también. (¡Venga ya!)
Si has contestado a todo que sí —y además te han dado una beca Fulbright— es que eres un fantasma.
Aunque ya te digo yo que si eres un hombre, seguramente no tuviste que emigrar o renunciar a tu carrera para cuidar de tu madre (a no ser que seas gay como Pío del Río Hortega, que entonces no habrás vivido con las comodidades que se le presuponen a alguien de tu condición).
No, MJ no era un hombre sino una pedazo de mujer: María Josefa Wonenburger, una gallega con una vida que ya la querría Netflix para su catálogo.
¿No la conoces?
¿Y no te da vergüenza? A mí sí porque no tenía ni idea de quién era hasta que Laura me dijo que quería publicar su vida.
—Pero, ¿es realmente importante que la gente la conozca? —pregunté en plan memo.
—Si te basta con conocer la campana de Gauss, no —me contestó sabiendo que esa provocación sería suficiente.
Sus autoras, las doctoras Ana Dorotea Tarrío Tobar y María José Souto Salorio son catedráticas, y sus investigaciones se centran en el ámbito del álgebra y la geometría diferencial respectivamente.
Yo hubiera estado orgulloso de tener un recorrido como el de ellas, pero la envidia que siento en realidad tiene que ver con los ratos que compartieron con Wonenburger.
¿Te imaginas tomarte un café —una caña no porque ya sabéis de mi problemilla— con una SEÑORA tan increíble?
Esta mujer investigó en diferentes partes del mundo, junto a grandes referentes en el campo de las matemáticas (¿os he dicho ya que uno de sus discípulos pasó 84 días en el espacio?).
El resultado de todos esos ratos aparece en este precioso libro de 124 páginas.
→ El 7 de febrero en tu librería de confianza.
Un abrazo anumérico,
Oihan
PD: Como sé que estás a punto de hacer lo que yo hice, te lo voy a poner fácil: aquí te dejo al astronauta.