¿Qué harías si tu bebe de dos años se cae de tu terraza?
Estaba caminando entre los árboles del Retiro buscando desesperadamente una sombra. Llevaba varias horas de caseta en caseta saludando a colegas en la Feria del Libro y decidí escaparme un rato.
Con un vaso de plástico lleno de hielo y una Coca Cola por fin logré sentarme en un banco. Un banco con un señor.
Cuando llevaba allí dos minutos y empezaba a saborear la Coca Cola (sí, yo la saboreo aunque sepa que su pH no es amigo de mis dientes), se acercaron una señora y un chaval.
—¿Ya tienes las firmas que querías? —le preguntó el señor al chaval.
—Le vuelve loco la fantasía —me dijo a mí justo después—, he tenido que montar más de tres estanterías solo para sus libros.
El hijo tendría unos 30 años y hablaba con mucha dificultad. También le costaba caminar y por eso iba apoyado sobre su madre.
Luego supe que ella trabajaba en la limpieza y el señor, su padre, se había jubilado un poco antes para poder atenderlo.
Me contaron la historia de su hijo. El accidente cuando solo tenía dos años, las primeras palabras del médico (palabras sin esperanza y mucha crueldad), el dolor, la determinación de una madre, el sacrificio de un padre y la superchería.
Todo lo contaron delante del chaval. No sé si eso fue bueno o malo para él pero yo sentí algo de pudor.
Según los profesionales, ese niño no caminaría y no hablaría. Según su madre, su niño haría todas esas cosas.
Me dijeron que lo consiguieron gracias a un brujo de la zona del norte. Fue él el que hizo que su hijo hablara. Y luego llamaron al logopeda para explicárselo.
—Deme el contacto de ese hombre —dice la madre que le dijo el logopeda—, quizá pueda ayudar a más pacientes.
No sé si la historia fue así, pero está claro que los adultos también compramos fantasía. Nos agarramos a ella ante la falta de esperanza.
Yo, sin embargo, creo que la esperanza muchas veces es consecuencia del conocimiento y no del pensamiento mágico. Aunque quizá pienso así porque nunca me he visto en una situación tan desesperada, quizá si alguien a quien quiero sufre semejante accidente y el médico se comporta conmigo sin un ápice de humanidad… quizá entonces también optaría por la magia.
En todo caso, nosotros hemos tenido la suerte de poder crear una línea editorial basada en el conocimiento de los y las mejores investigadoras de este país. Porque creemos firmemente que para tomar buenas decisiones debemos cultivarnos también a nivel científico.
Un abrazo,
Oihan
En mi familia hemos pasado ya las suficientes tragedias, incluida una muy similar a esta, para haber envidiado muchas veces a quienes encuentran consuelo en las supercherías (sean brujos o avemarías) cuando todo es un pozo negro de desesperación. En esos momentos, todo es comprensible. Pero a mí no sirve de nada. Yo creo en la ciencia y en el conocimiento. Qué encuentro tuviste y qué buena reflexión, Oihan, gracias.
Yo siempre creo que sería imposible que recurriera a la superchería, pasase lo que me pasase.
Pero la cuestión es que no me ha pasado y no sé qué me llevaría a hacer la desesperación. Y espero tirarme el resto de mi vida sin averiguar qué haría.